lunes, 22 de octubre de 2018

Justicia Suprema.


Cuando sonó el teléfono, Berto Romín dormía plácidamente, todo lo plácidamente que se le permitía a un hombre de su posición, en una cama de dos metros por dos metros con sábana de seda y con un silencio absoluto debido a la insonorización extra que tenía por toda su casa y en especial la habitación, a prueba de oídos indiscretos o espías indeseables.
Tras el tercer “ringin” Berto, muy enojado, gritó a quien tuviera que estar en su habitación, de la forma que siempre le caracterizaba, que cogiera el teléfono, pero llegó un cuarto y quito tono y nadie contestaba. Esto le irritaba sobre manera a Berto y alguien lo iba a pagar, como podía ser que no hubiera nadie para coger el teléfono. Se le ocurrió cuando acabaron los tonos que a lo mejor era una emergencia y estaba llamando de madrugada, así que dio una orden vocal y se encendió la luz, en el mismo momento que volvía a empezar el teléfono a sonar. Miró la hora y eran las ocho de la mañana, ¡Hacía años que no se despertaba tan pronto! Por eso no había nadie en la habitación para atender el teléfono. ¿Sería miércoles o jueves? Buff no recordaba, los fines de semana eran tan largos.
Cogió el teléfono y esperó que alguien hablara.
-Buenos días Berto, tenemos un problema.
Berto reconoció la voz y sabía que quien le pudiera sacar de la cama de madrugada debería saber que tenía que ser muy urgente, pero le divertía hacer sufrir a su lugarteniente. Carraspeó para quitarse cualquier obstrucción y le dijo de forma más secante posible. –No creo que pueda esperar a que no desayune, trae el desayuno y hablamos… a las 12:00. Te espero.
Sabía que si era urgente no podría esperar pero le hacía gracia la reacción. Tras unos segundos de dudas al otro lado del teléfono, una voz insegura empezó a decir. –Pero…pero, Señor, tenemos en la otra línea al Señor Andreu Castillos.
¡Hombre, cuanto tiempo! No hablaba con ese desgraciado desde las crisis de las clausulas suelo, algo chungo tenía que ser, para que le llamara.
-Pues dile que venga a desayunar.- Berto hizo una pausa y reflexionó, no quería ver a trepa en mi casa. – Le veré como siempre, en una hora.
Berto se dirigió hacia la ducha, se olió su cuerpo y aún tenía impregnado el olor de los muchachos con los que había estado durante el fin de semana, que la gente crea que el fin de semana sean los domingos a él no le afectaba, ya que hacía años que sus fines de semana iban de viernes a miércoles… ¿o eran los jueves? Antes de salir tendría que ver qué día era.
Se duchó y al salir por la otra puerta ya tenía es su vestidor todo preparado para vestirse y una señora que la ayudaba, una señora que la llevaba ayudando desde hacía años, a las que nunca la dirigió la palabra y la que no sabía su nombre. Pero a quien le importaba, aunque le pareció ver una sonrisa en la cara de la mujer, cosa extraña, pero tenía una cita que esperaba que fuera importante, así que no se demoró más.
Tras vestirse cogió en ascensor y en la azotea le esperaba el helicóptero, tenía que ir a Ciudad Capital, que era una mierda de ciudad llena de contaminación y tráfico. Hacía años que no iba, justo desde la crisis de las malditas clausulas suelo. No sé porque el Andreu se empeñaba siempre en quedar en esa mierda de ciudad, que no estaba hecha para las personas, aunque fuera una de las fuentes de ingresos mayores para su Banco, odiaba esa ciudad y sus gentes, que eran unos chulos, aunque se estaban muriendo con tanta contaminación.
En esto miró a su derecha que estaba sentado su lugarteniente, el cual estaba esperando para hablar impacientemente.
-Y bien, ¡a que se debe este madrugón!- El Sol iluminaba todo el interior a pesar de las lunas tintadas.
-Señor el martes el supremo dictó una orden para que los bancos paguemos los impuestos.
-¡Pues subir las comisiones como siempre!- Berto sabía que faltaba algo más y esperaba ahora la noticia, pero tenía que hacer que su lugarteniente se creyera indispensable
-¡Pero con efecto retroactivo!- Ahí estaba el problema, eso supondría que el Banco tendría que pagar 6 mil millones y suerte que los que hubieran pasado cuatro años creerán que no pueden reclamar. Era casi igual que las clausulas suelo. – ¿Ya habéis llamado al presidente?
- Sí pero no puede hacer nada. Son los jueces.
Ya veía el problema. Leyó unos memorándum que le pasó su lugarteniente y firmó varios documentos que le iba pasando, como hacía todos los miércoles.
Cuando llegó a la sala de reuniones, que ocupaba la mitad de la última planta del edificio más alto de Capital estaba esperándole Andreu con su séquito, siempre estaba rodeado de veinte inútiles como él, no soportaba tanta incompetencia.
Andreu le miró y dijo – Bien ya ha llegado. Berto, creo que conoces al presidente del tribunal.-
Berto pensó que si tenía que usar esa solución la cosa pintaba muy oscura para que Andreu no se pusiera la medallita de haber solventado el problema. Así que Berto dijo algo que tenía muchas ganas de hacer. – Qué nos dejen solos.- Tras unos segundos salieron cinco colaboradores, pero Berto, sin levantar la voz dijo – Solos.- Así salieron todos y se quedó con Andreu que le miraba furioso. A los pocos segundos una voz salía del altavoz, era una voz asustada.
-¿Hola?¿diga?
- Presi, soy Berto, ¿qué ha pasado? Bueno no pasa nada, solucionalo.
-Pero Sr es imposible, es sentencia firme.
-Seguro que puedes.- le interrumpió Berto. – He visto una casita en la costa del rayo ideal para ti.- Aunque sabía que el presidente del tribunal, ya le debía muchos favores, incluso el cargo, era mejor ponerle una zanahoria antes de que un palo.
-¡Pero Señor Presindente! – Esto no se lo esperaba Berto, ¡esto tenía que estar solucionado ya!
-Vamos a ver Kiko, le interrumpió Berto, estoy seguro que puedes hacer algo, completamente seguro, con las clausulas suelo cedimos, pero ahora no vamos a ceder, no olvides nunca con quien estás hablando.-
Se creó un gran silencio que duró casi un minuto, Berto sabía que estaba sufriendo Kiko, siempre fue un “mierdas” que nunca había resistido la presión. Recordaba cuando vino a llorarle para que le diera algún cargo y le metió en el supremo, luego ya vio el potencial de lo rastrero que era y la cantidad de gastos que tenía y le podía atar en corto.
-Sr. haré lo que pueda.
Berto dio al botón de colgar y miró con superioridad a Andreu.- Verás cómo sale mejor que con la clausula suelo.
Esa misma tarde Berto ya en su despacho habitual cuando entró su lugarteniente para decirle que le pasaba con el Presinte
-Ok pásame con Mario, hace tiempo que no hablo con él.
-Perdón Sr., no es Mario es Petro.
-¿Petro? Pero ese no salió elegido y se fue llorando
-Pero hace dos años una moción de censura le aupó, por temas de corrupción.
Berto no pudo evitar una risotada.- ¿al final le han pillado a Mariano, que cabrón?¿Está en la cárcel?
-Ehh no, ha vuelto a su puesto.
Esta vez le entró una risa incontrolable sumamente tétrica. - ¡Qué cabrón, este con tal de no currar! ¿Cómo se habrá librado de la cárcel? ¿Me debe Mario algún otro favor por esto?
-Claro señor.
-Ya me extrañaba. Bien y ¿Petro?, le perdí la pista y no creía que fuera a resurgir ¿nos sigue debiendo?
-si sr y más.
-Ok, pásamelo. ¡Hombre Petro! ¿Qué tal cuánto tiempo?¿Recibiste lo tuyo?...
Tardó 24 horas en saltar el escándalo. Un acto sin precedente, el propio tribunal congelaba la sentencia. En una semana o dos, cuando se olvidara, se cerraría y aquí no pasaría nada durante otros 10 años más. El Gran Banco que Berto presidía seguiría siendo más grande, quedaba poco para el fin de semana y seguro que tendría en la cama otro grupo de jóvenes para desvirgar.