Cuando sonó el teléfono, Berto Romín dormía plácidamente,
todo lo plácidamente que se le permitía a un hombre de su posición, en una cama
de dos metros por dos metros con sábana de seda y con un silencio absoluto
debido a la insonorización extra que tenía por toda su casa y en especial la
habitación, a prueba de oídos indiscretos o espías indeseables.
Tras el tercer “ringin” Berto, muy enojado, gritó a quien
tuviera que estar en su habitación, de la forma que siempre le caracterizaba, que cogiera el teléfono, pero llegó un cuarto y quito tono y nadie contestaba. Esto le irritaba
sobre manera a Berto y alguien lo iba a pagar, como podía ser que no hubiera
nadie para coger el teléfono. Se le ocurrió cuando acabaron los tonos que a lo
mejor era una emergencia y estaba llamando de madrugada, así que dio una orden
vocal y se encendió la luz, en el mismo momento que volvía a empezar el
teléfono a sonar. Miró la hora y eran las ocho de la mañana, ¡Hacía años que no
se despertaba tan pronto! Por eso no había nadie en la habitación para atender
el teléfono. ¿Sería miércoles o jueves? Buff no recordaba, los fines de semana
eran tan largos.
Cogió el teléfono y esperó que alguien hablara.
-Buenos días Berto, tenemos un problema.
Berto reconoció la voz y sabía que quien le pudiera sacar de
la cama de madrugada debería saber que tenía que ser muy urgente, pero le divertía
hacer sufrir a su lugarteniente. Carraspeó para quitarse cualquier obstrucción
y le dijo de forma más secante posible. –No creo que pueda esperar a que no
desayune, trae el desayuno y hablamos… a las 12:00. Te espero.
Sabía que si era urgente no podría esperar pero le hacía
gracia la reacción. Tras unos segundos de dudas al otro lado del teléfono, una
voz insegura empezó a decir. –Pero…pero, Señor, tenemos en la otra línea al
Señor Andreu Castillos.
¡Hombre, cuanto tiempo! No hablaba con ese desgraciado desde
las crisis de las clausulas suelo, algo chungo tenía que ser, para que le
llamara.
-Pues dile que venga a desayunar.- Berto hizo una pausa y
reflexionó, no quería ver a trepa en mi casa. – Le veré como siempre, en una
hora.
Berto se dirigió hacia la ducha, se olió su cuerpo y aún
tenía impregnado el olor de los muchachos con los que había estado durante el
fin de semana, que la gente crea que el fin de semana sean los domingos a él no
le afectaba, ya que hacía años que sus fines de semana iban de viernes a miércoles…
¿o eran los jueves? Antes de salir tendría que ver qué día era.
Se duchó y al salir por la otra puerta ya tenía es su
vestidor todo preparado para vestirse y una señora que la ayudaba, una señora
que la llevaba ayudando desde hacía años, a las que nunca la dirigió la palabra
y la que no sabía su nombre. Pero a quien le importaba, aunque le pareció ver
una sonrisa en la cara de la mujer, cosa extraña, pero tenía una cita que
esperaba que fuera importante, así que no se demoró más.
Tras vestirse cogió en ascensor y en la azotea le esperaba
el helicóptero, tenía que ir a Ciudad Capital, que era una mierda de ciudad
llena de contaminación y tráfico. Hacía años que no iba, justo desde la crisis
de las malditas clausulas suelo. No sé porque el Andreu se empeñaba siempre en
quedar en esa mierda de ciudad, que no estaba hecha para las personas, aunque
fuera una de las fuentes de ingresos mayores para su Banco, odiaba esa ciudad y
sus gentes, que eran unos chulos, aunque se estaban muriendo con tanta
contaminación.
En esto miró a su derecha que estaba sentado su
lugarteniente, el cual estaba esperando para hablar impacientemente.
-Y bien, ¡a que se debe este madrugón!- El Sol iluminaba
todo el interior a pesar de las lunas tintadas.
-Señor el martes el supremo dictó una orden para que los
bancos paguemos los impuestos.
-¡Pues subir las comisiones como siempre!- Berto sabía que
faltaba algo más y esperaba ahora la noticia, pero tenía que hacer que su
lugarteniente se creyera indispensable
-¡Pero con efecto retroactivo!- Ahí estaba el problema, eso
supondría que el Banco tendría que pagar 6 mil millones y suerte que los que
hubieran pasado cuatro años creerán que no pueden reclamar. Era casi igual que
las clausulas suelo. – ¿Ya habéis llamado al presidente?
- Sí pero no puede hacer nada. Son los jueces.
Ya veía el problema. Leyó unos memorándum que le pasó su
lugarteniente y firmó varios documentos que le iba pasando, como hacía todos
los miércoles.
Cuando llegó a la sala de reuniones, que ocupaba la mitad de
la última planta del edificio más alto de Capital estaba esperándole Andreu con
su séquito, siempre estaba rodeado de veinte inútiles como él, no soportaba
tanta incompetencia.
Andreu le miró y dijo – Bien ya ha llegado. Berto, creo que
conoces al presidente del tribunal.-
Berto pensó que si tenía que usar esa solución la cosa
pintaba muy oscura para que Andreu no se pusiera la medallita de haber
solventado el problema. Así que Berto dijo algo que tenía muchas ganas de
hacer. – Qué nos dejen solos.- Tras unos segundos salieron cinco colaboradores,
pero Berto, sin levantar la voz dijo – Solos.- Así salieron todos y se quedó
con Andreu que le miraba furioso. A los pocos segundos una voz salía del
altavoz, era una voz asustada.
-¿Hola?¿diga?
- Presi, soy Berto, ¿qué ha pasado? Bueno no pasa nada,
solucionalo.
-Pero Sr es imposible, es sentencia firme.
-Seguro que puedes.- le interrumpió Berto. – He visto una
casita en la costa del rayo ideal para ti.- Aunque sabía que el presidente del
tribunal, ya le debía muchos favores, incluso el cargo, era mejor ponerle una
zanahoria antes de que un palo.
-¡Pero Señor Presindente! – Esto no se lo esperaba Berto, ¡esto
tenía que estar solucionado ya!
-Vamos a ver Kiko, le interrumpió Berto, estoy seguro que
puedes hacer algo, completamente seguro, con las clausulas suelo cedimos, pero
ahora no vamos a ceder, no olvides nunca con quien estás hablando.-
Se creó un gran silencio que duró casi un minuto, Berto
sabía que estaba sufriendo Kiko, siempre fue un “mierdas” que nunca había
resistido la presión. Recordaba cuando vino a llorarle para que le diera algún
cargo y le metió en el supremo, luego ya vio el potencial de lo rastrero que
era y la cantidad de gastos que tenía y le podía atar en corto.
-Sr. haré lo que pueda.
Berto dio al botón de colgar y miró con superioridad a
Andreu.- Verás cómo sale mejor que con la clausula suelo.
Esa misma tarde Berto ya en su despacho habitual cuando
entró su lugarteniente para decirle que le pasaba con el Presinte
-Ok pásame con Mario, hace tiempo que no hablo con él.
-Perdón Sr., no es Mario es Petro.
-¿Petro? Pero ese no salió elegido y se fue llorando
-Pero hace dos años una moción de censura le aupó, por temas
de corrupción.
Berto no pudo evitar una risotada.- ¿al final le han pillado
a Mariano, que cabrón?¿Está en la cárcel?
-Ehh no, ha vuelto a su puesto.
Esta vez le entró una risa incontrolable sumamente tétrica.
- ¡Qué cabrón, este con tal de no currar! ¿Cómo se habrá librado de la cárcel?
¿Me debe Mario algún otro favor por esto?
-Claro señor.
-Ya me extrañaba. Bien y ¿Petro?, le perdí la pista y no
creía que fuera a resurgir ¿nos sigue debiendo?
-si sr y más.
-Ok, pásamelo. ¡Hombre Petro! ¿Qué tal cuánto tiempo?¿Recibiste
lo tuyo?...
Tardó 24 horas en saltar el escándalo. Un acto sin precedente,
el propio tribunal congelaba la sentencia. En una semana o dos, cuando se olvidara,
se cerraría y aquí no pasaría nada durante otros 10 años más. El Gran Banco que Berto presidía seguiría siendo más grande, quedaba poco para el fin de semana y seguro que tendría en la cama otro grupo de jóvenes para desvirgar.